por Eduardo Andreu
Entre todas las situaciones extraordinarias y por qué no decirlo también, extrañas que por desgracia estamos viviendo estos días, hay una que hoy me ha llamado poderosamente la atención y me ha hecho reflexionar sobre la actitud de ciertos profesionales ante situaciones de alta tensión. Con alta tensión no me refiero ni a tensión arterial ni a tensión eléctrica, como podéis imaginar, me refiero a la tensión que estos días estamos viviendo todos, más concretamente los que tenemos relación con el mundo de la empresa, y en especial los empresarios, directivos y asesores.
Lo cierto es que en el día a día tanto empresarios como directivos están habituados a la toma de decisiones que pueden tener repercusiones en sus empresas y los asesores estamos acostumbrados a acompañarlos, y como dice nuestro nombre – más bien el de nuestra profesión – estamos acostumbrados a asesorarlos en esa toma de decisiones. También es cierto que la mayoría de ellas son el resultado del análisis de la situación existente, de las variables que pueden afectar a la empresa, del entorno y, en definitiva, de todo lo que rodea a la empresa en un momento determinado.
En los últimos tiempos, al menos bajo mi punto de vista, los cambios del entorno se suceden cada vez con mayor velocidad, pero estos días estamos viviendo una situación de emergencia que todavía aprieta más el acelerador de los cambios. Nadie, o al menos nadie que yo conozca, está habituado o tiene experiencia en el asesoramiento de empresa bajo la situación de emergencia que vivimos con el COVID-19. Tampoco los empresarios o directivos, al menos de las empresas que conozco, están habituados a ello.
Las medidas de apoyo a los afectados que está tomando el Gobierno parece que nos empujen a la toma de decisiones, y no niego que esto deba ser así, pero sí que he vivido en mis propias carnes alguna situación estos últimos días que me hace pensar que tomar decisiones por el simple hecho de estar ante una situación excepcional y ante una serie de medidas de apoyo adoptadas puede no ser lo más apropiado.
Sirva como ejemplo la situación que he vivido hoy con unos clientes y pese a ello también amigos. Y digo que sirva como ejemplo porque pienso que, afortunadamente, no todo el mundo actúa igual. Estos amigos me han llamado muy nerviosos porque una persona que les asesora en su empresa les ha urgido a que presenten uno de los famosos ERTES. Además les ha recomendado que lo soliciten para todos los trabajadores de la empresa, incluso les ha recomendado que lo hagan a sabiendas de que no forman parte del elenco de actividades que tienen paralizada su actividad y que “seguro que no nos los aprueban” pero hay que pedirlo. Como ya he dicho, estos amigos me han llamado incluso asustados por la decisión que tenían que tomar y además porque se veían conminados a tomarla “ya”.
La verdad es que les dolía tomarla por todo lo que ello conlleva, situación que podemos resumir como que “un empresario siente a su empresa casi como un hijo”, pero además por la incertidumbre de lo que podía pasar con sus trabajadores, incluso con el coste que podría tener ese ERTE en caso de que “no nos lo aprueben” y la responsabilidad que podía asumir con la toma de esa decisión. Cuando me hablaban de responsabilidad no solo se referían a la responsabilidad legal, mercantil, fiscal o laboral que pudiera derivarse, también se estaban refiriendo a la responsabilidad ética y moral, sin olvidarnos de la social.
No entendían cómo podían tomar esa decisión cuando en su empresa se sigue trabajando con relativa normalidad, se siguen recibiendo nuevos pedidos, se siguen haciendo compras, los proveedores siguen suministrándoles, los clientes siguen llamando para confirmar los envíos comprometidos y todo ello con las máximas precauciones para preservar y proteger la salud de sus trabajadores, sus clientes, proveedores y cualquier otra persona con la que puedan tener relación. Cierto es que han notado cambios, si no los hubiera no estaríamos en un estado de alarma o ante una situación excepcional, pero estos cambios, hasta el momento, no han hecho más que ralentizar algunos procesos por la complicación que supone estos días los envíos de materiales, el movimiento y desplazamiento de personas, incluso a su lugar de trabajo, o ser capaces de encontrar las famosas mascarillas para protegerse mientras trabajan en unas instalaciones en las que toda precaución es poca y no por exageradas parecen excesivas.
No les parecía correcto aprovechar unas medidas que pudieran beneficiarles cuando estas medidas se han tomado pensando en los más perjudicados por esta situación. Al menos no les parecía correcto tomarlas hoy, día en el que piensan que el efecto que está teniendo el dichoso coronavirus es ralentizar su ritmo de trabajo y esperan que reduzca sus beneficios, incluso que los reduzca a mínimos, pero han considerado oportuno que se aprovechen de las medidas de ayuda los que realmente las necesitan, como son las empresas de los sectores obligados a cerrar, como el de la hostelería, por ejemplo. Han decidido que mientras puedan seguir trabajando sin que la salud de las personas con las que interactúan se vea perjudicada, van a seguir luchando para seguir adelante y van a intentar hacerlo por sus propios medios y dejar las ayudas gubernamentales para los que no pueden, tan siquiera, seguir luchando para que su empresa salga adelante. Y todo ello se asienta en una idea que no podemos perder de vista, debemos hacer caso de las recomendaciones de los expertos y los expertos han dicho que hay ciertos sectores que deben dejar de trabajar, pero hay otros que pueden seguir haciéndolo mientras tomen las oportunas medidas de seguridad.
Todo esto me ha hecho pensar en la actitud de los que asesoramos empresas en estos días en los que no tenemos, al menos que yo conozca, un espejo en el que ver reflejada esta situación y poder basar nuestras decisiones en experiencias similares vividas con anterioridad. Me parece peligroso que basemos nuestro asesoramiento únicamente en nuestra experiencia, sobre todo porque pienso que no tenemos ninguna experiencia similar a la que estamos viviendo. Creo que ante esta situación debemos aplicar nuestros conocimientos, nuestra experiencia, nuestro sentido común y las recomendaciones de los expertos, pero no debemos olvidar que ante esta situación los expertos son otros. Creo que debemos acompañar, dar nuestra opinión y ayudar en la toma de decisiones a nuestros clientes, pero esto debemos hacerlo desde la humildad y desde la neutralidad política. He vivido varias situaciones estos días que más que asesorar a un cliente, algunas personas estaban intentando que su cliente tomara una decisión que más que a solucionar un problema, como qué hacer con el personal de una empresa que va a ver reducida su facturación durante un tiempo indeterminado, parece que la encaminaran a castigar a nuestros gobernantes no sé muy bien por qué.
Siempre me ha gustado esa frase que dice que se puede ser parte del problema o parte de la solución y, aunque me duele decirlo, estos días me parece que algunos profesionales son parte del problema y no de la solución, como sería de esperar y como es habitual en su día a día. Mis reflexiones al respecto son solo eso, mis reflexiones, y es muy posible que sean erróneas, pero creo que todos tenemos un deber moral y social estos días que no es otro que apoyar al prójimo más perjudicado que nosotros y no deberíamos perder esa perspectiva a la hora de tomar nuestras decisiones ni a la hora de asesorar a nuestros clientes, que no es otra cosa que nuestra profesión, que además, la veníamos y seguro que la seguimos desarrollando de manera muy profesional.