Quería aprovechar la oportunidad de poder publicar en este foro para poner en común con todos los compañeros que se dedican al mundo de la empresa algunas experiencias que como asesor he “sufrido” en estos últimos tiempos. Me refiero a la implicación o, más bien, falta de implicación de algunos trabajadores con su compañía.
Creo que todos en algún momento nos hemos encontrado con gente que, pese a trabajar y cobrar todos los meses una nómina que le permite vivir, no se han sentido parte de la empresa en la que desarrollan su faceta profesional. Sin embargo en los últimos tiempos he detectado, al menos por mi experiencia, que esta situación ha cambiado sensiblemente. Últimamente he observado que en varias ocasiones -lo que me ha parecido ciertamente curioso- que esta situación se ha tornado en algo que en algunos casos puede llegar a verse como algo similar al chantaje. El fenómeno también me ha hecho recordar una explicación que un compañero consultor de procesos me explicó una vez y que me hizo reír. Y, por qué no decirlo, he acabado haciéndola mía en algunos casos con un resultado similar.
La situación vivida ha sido similar hasta cierto punto. En varias empresas a las que asesoro y no es otra más que cuando algunas personas se ven inmersas en algún proyecto de cambio o mejora, son capaces de intervenir pero al final no son capaces de subirse al carro.
Últimamente he notado que algunas personas participan activamente dando su opinión, discutiendo en los grupos de trabajo, incluso intentando imponer su criterio, cuando en muchos casos ni siquiera han sido capaces de estudiar o incluso leer la documentación previa que se les facilita antes de la reunión. A mi entender, lo que buscan estas personas es participar en estos proyectos pero se rigen por la ley del mínimo esfuerzo e intentan que no se note que no han hecho los deberes.
Otra visión, un poco más profunda y con ciertos matices relacionados con la psicología de las personas y las organizaciones, nos dice que se trata de elementos con un alto grado de autoconfianza que creen que no es necesario seguir formándose y que con los conocimientos adquiridos tienen suficiente no sólo para opinar, sino también para creer que su criterio, basado únicamente en su experiencia y su “amplio conocimiento” del asunto (evidentemente sin haber si quiera leído los documentos), es más que suficiente para imponer su opinión frente al del resto de compañeros. Lo curioso es que sólo son capaces de discutir e imponer su criterio mientras no les suponga un esfuerzo extra y con esfuerzo extra me refiero a que se les demande que desarrollen alguna parte, que preparen alguna presentación o algo por el estilo. En definitiva, que realicen alguna tarea extra que suponga algo más que hablar e improvisar alguna opinión en una reunión.
En los últimos tiempos también me he encontrado con una variante de este perfil profesional. Se trata de individuos que a priori parece que están implicados en un proyecto y así lo hacen saber a sus compañeros y a los responsables del proyecto pero que, justo antes de comenzarlo, se dirigen “al jefe” y le dicen que para que su implicación sea la pactada y para aportar todo lo que se han comprometido a aportar delante de sus compañeros o en las reuniones de trabajo, exigen un aumento de sueldo o una variación importante en sus condiciones de trabajo que de otra manera no hubieran conseguido.
Ante estas situaciones que pueden asemejarse a lo que vulgarmente conocemos como chantaje tengo que deciros que en la práctica totalidad de los casos la empresa se ha negado a dicha mejora, tornándose la situación totalmente en contra del chantajista, que en muchos casos ha visto que la confianza que sus jefes tenían depositada en él definitivamente se ha perdido. Y es que cuando uno se la juega tiene que ser consciente que puede encontrarse en una situación no prevista.
Esta situación me da pie a contaros la explicación a la me refería más arriba. Este compañero comparaba a las personas que intervenían en la empresa con todos aquellos que intervenían a la hora de preparar un desayuno inglés. El famoso desayuno de huevos con beicon. Decía que para preparar ese desayuno participaban las gallinas que ponían los huevos y los cerdos que, evidentemente, ponían el beicon. La diferencia entre ambos, según la clasificación de este compañero, era que las gallinas colaboraban con la puesta de los huevos, pero que los cerdos se implicaban cuando ponían el beicon para el desayuno. Por ese motivo, este compañero decía que él prefería tener cerdos y no gallinas en las empresas en las que trabajaba como asesor. Prefería tener gente implicada y no personas que simplemente se limitan a “colaborar”. Y la verdad, yo también prefiero tener cerdos –que se dejan literalmente la piel en el proyecto- y no gallinas en las empresas con las que colaboro y en el día a día trabajo para que esto sea así.
Os animo a que utilicéis esta explicación en las empresas en las que tengáis relación porque sólo con la forma de explicarlo a la gente le parece simpático y parece que se lo toma más en serio que si les hacemos una explicación teórica en la que mencionamos a los gurús de la gestión o dirección de empresas.
En definitiva, mejor tener cerdos que gallinas.
Por Eduardo Andreu, Vocal de la Junta Directiva del Colegio Oficial de Titulares Mercantiles y Empresariales de Valencia